La historia vivida 2010/2011

Vanessa Torres Peña

El 11-M. Una tragedia. May 20, 2011

Filed under: Uncategorized — vanessatorresh01 @ 4:33 pm

Como todos sabemos, el 11-M fue un atentado terrorista ocurrido el 11 de marzo de 2004 que consistió en 10 explosiones casi simultáneas a la hora punta de la mañana en cuatro trenes de cercanías de Madrid. Esta masacre acabó con la inocente vida de 191 personas, por supuesto contando también a las 1858 personas que resultaron heridas a causa de esta.

Todavía recuerdo aquel momento como si hubiese sucedido «ayer». Yo por ese tiempo cursaba 5º de primaria, y me encontraba en clase con todos mis compañeros y con  mi maestra (se llamaba Petri) cuando me enteré del suceso. Y lo hice porque la maestra fue a por un casette y allí mismo en clase encendió la radio para que todos pudiésemos enterarnos más o menos de lo tremendo del atentado y de cómo se estaba viviendo en el país; aunque ahora lo entiendo y sí es verdad que la apagó rápido, quizás debido a nuestra pequeña edad, obvia inocencia y gran sensibilidad de esos años (yo tenía solo 10 añitos recién cumplidos). (Lo que voy a narrar a continuación en su día no lo entendía bien, ahora perfectamente). Tengo aún grabados esos intensos nervios en la voz de cada periodista, la confusión y la incredulidad con que nos trasmitían la cruel noticia, así como el dolor y la frustración que salían por cada rendija del casette, procendentes de cada rincón de Madrid, y de España, de cada víctima, y de cada familiar, de cada vagón, y de cada tren destrozados…

Fue una sensación nueva para mí, y de la que hablé durante muchos días y muchas semanas con mi familia y amigos, reflexionando y lamentándonos por lo que ya no tenía remedio, como suele ocurrir.

Yo siempre digo que tengo una memoria «pez», al menos a largo plazo, y que nunca me acuerdo de nada de cuando era una niña, de cuando jugaba, de la escuela…tengo muy pocos recuerdos, sinceramente. Pero esas imágenes que se sucedían de forma rápida y descolocada en mi televisor al llegar ese día de la escuela no se me olvidan, yo no quería ni mirar, porque es cierto que salió la verdadera realidad: las gentes corriendo de un lugar a otro sin saber bien donde estarían más seguros, los cuerpos despedazados e inertes, que me advirtieron pesadillas en esa misma noche, los servicios sanitarios trasladándose con las camillas móviles para intentar salvar al mayor número de personas posible, el equipo de bomberos luchando por actuar rápida y eficazmente, los familiares desesperanzados, o quizás demasiado esperanzados, intentando reconocer los cuerpos calcinados y moribundos de las calles. Parecía que todo el mundo se había vuelto loco. Creo que años más tarde se ha prohibido a los medios televisivos la muestra de este tipo de imágenes que nos hacen perder la sensibilidad y el respeto hacia los familiares. Me parece genial esta medida porque desgraciadamente siempre que estábamos comiendo teníamos que recibir imágenes duras e impactantes, que no son recomendables para los menores de edad y que sí, que son la realidad, pero que existen otros medios como Internet, donde podemos encontrarlas voluntariamente.

Los medios de comunicación no daban a basto: cifras de muertos, cifras de heridos, búsqueda de los responsables del atentado, manifestaciones, y un sinfín de labores más que lograron mantenerlos totalmente informados y acercarnos más hacia esas víctimas, directas e indirectas. Miles de personas se reunieron ese día en los trenes con las esperanzas puestas en la universidad, en el trabajo, en el instituto, en la revisión médica en el hospital más cercano…pero esas esperanzas se esfumaron, esa ilusión se quedó ahí, la de personas inocentes y sencillas que creían que iban a encontrarse con un día como el anterior.

A mí, personalmente, rápido me vino la imagen del 11-S, y siempre lo he relacionado; no tanto por el encuadre político ni territorial, sino más por el alto índice de brutalidad y consecuencias (número elevado de muertes principalmente).

Aquí puede comprobarse que no he mencionado en ningún momento al PP, ni a Aznar, ni a los terroristas causantes de este atentado; solo he dedicado a contar mi historia dentro de esa historia, cómo lo viví yo, porque creo que lo primero ya se sabe, y al fin y al cabo, es más objetivo.

Desde aquí quiero pedir que por favor se termine la violencia. El terrorismo, La violencia machista, la violencia infantil, la violencia verbal, la violencia racista.

Por último, me gustaría desde aquí «homenajear» y recordar a cada víctima del 11-M.

«Las guerras seguirán mientras el color de la piel siga siendo más importante que el de los ojos».

 

Ideal literario como forma de refugio. May 19, 2011

Filed under: Uncategorized — vanessatorresh01 @ 4:53 pm

Esta entrada voy a dedicársela a un vecino de Pueblonuevo de Miramontes, un hombre que a pesar de no haber ido a la escuela en España y de vivir en una época donde las hambrunas y las muertes eran frecuentes, encontró como forma de evasión de esos problemas el género literario de la poesía, cargada de sentimientos y realidad. Se trata de la misma persona que se ha ofrecido a mi entrevista sobre La Historia vivida.

Su nombre es Manuel Gutiérrez Otero. Nació en 1922 en Aubervilliers (Francia),

ya que sus padres (españoles) habían emigrado allí años atrás, durante la Primera Guerra Mundial, en busca de trabajo. En Francia fue a la escuela hasta los diez años, y dice que era muy moderno todo. Pronto se vino a vivir a España y, aunque de vez en cuando regresaba a Francia por algún tiempo, ya nunca volvió a ese país para instalarse durante un largo periodo. Aquí no pudo ir a la escuela. Pero desde pequeño le ha encantado leer y él mismo se esforzó para aprender con facilidad a leer y escribir en español.

Durante la guerra su padre y sus tíos (pertenecían al bando republicano)  fueron fusilados en su pueblo (Las Ventas de San Julián, Todelo), después de haber permanecido encerrados varias semanas, donde sufrieron torturas y vejaciones terribles. Su padre tenía 50 años cuando lo mataron, y es el protagonista de la foto de la derecha. Cuando la construcción de Miramontes finalizó, se trasladó, ya casado, con su mujer y sus dos hijos (en 1958).

Manolo ha tenido numerosos reconocimientos recientemente por sus poesías, y los habitantes del pueblo estamos muy orgullosos de poder decir que hay un poeta sencillo y humilde con nosotros, enriqueciéndonos con sus escritos y demostrándonos que a pesar de su avanzada edad, los sueños pueden seguir cumpliéndose. Ha escrito dos libros y sus nietas se han encargado de pasarlos por la imprenta y de publicar algunos ejemplares.

A continuación voy a mostrar dos de sus muchas poesías, como un ejemplo. La primera es dedicada a la enseñanza, y fue leída hace poco en el colegio del pueblo el día del centro.

LA ENSEÑANZA

¡La época escolar

cuánto tiene de hermosura

y de gran utilidad!;

aprovechando las clases

que los maestros os dan.

Esas clases que os dan;

es la sabia, es la luz,

para que veáis andar.

Esa alegría que sentís

desde muy temprana edad;

esas ganas de vivir,

esa ambición por estar,

ese anhelo por saber

la enseñanza os lo dará.

Ese empuje permanente

que ardientemente sienten

en esa edad escolar

sin una buena enseñanza

no lograrías alcanzar.

Venís con un gran tropel

a este barco de la vida;

la enseñanza son los remos

para andar por ese mar

descubriendo sus delicias;

afianzad bien esos remos

¡son los remos de la vida!

La enseñanza os irá elevando

y vuestra alegría engrandando:

con ello disfrutaréis

eso que estáis anhelando.

Esa algarabía infantil

de la alameda escolar

ese trino jubiloso

hasta el cielo llegará:

aprovechando el esfuerzo

de la enseñanza escolar.

«Volverán las oscuras golondrinas

con sus alas a llamar

a los cristales del cielo

para que podáis entrar».

La segunda se titula «EL MUNDO QUE CONOCÍ»

Por último, mi agradecimiento  a Manuel por prestarme su tiempo y sus poesías.

En la foto inferior aparece él recitando una de sus poesías en la Iglesia de Pueblonuevo de Miramontes.

 

Niñez y juventud en pleno franquismo. abril 24, 2011

Filed under: Uncategorized — vanessatorresh01 @ 10:45 am

Este pequeño espacio del blog está dedicado a recordar, porque a pesar de todo forma parte de nuestro pasado y, por desgracia, de nuestro presente, esos años donde primaban las palabras «prohibido», «obligatorio», «voy a por ti», etc. Y qué mejor forma de hacerlo que a través de una persona que lo ha vivido tan de cerca…

Federico Urdiales Sánchez (Quete) nació en Herreruela de Oropesa (Toledo) en 1951.  Estuvo en su pueblo natal  8  años, hasta que se trasladó a Pueblonuevo de Miramontes (hecho explicado posteriormente) donde sigue viviendo. No puedo quedarme sin apuntar que es un fiel amante de la historia, y que su casa parece una biblioteca.

Quete hizo la comunión en Herreruela con 8 años de edad. Fue a la escuela hasta que tuvo  14  años (a partir de los 8 años en Miramontes), junto con sus dos hermanos; dice poco de esos años, quizás porque no se acuerda o porque él no aprecia algo destacable que contar. Más tarde se trasladó a unos barracones, donde permaneció un año, esperando que  les concedieran a él y a su familia  un lote (casa y parcela) en Pueblonuevo de Miramontes (era un pueblo de colonización construido recientemente), «Franco 

acometió la reforma agraria basada principalmente en la antigua reforma ideada por Miguel Primo de Rivera, que no la llevó a cabo porque lo envenenaron. Franco lo hizo porque las cosas iban muy mal, para mitigar la enorme crisis económica en la que se encontraba el pais, que a su vez provocaba una emigración atroz. Se basó en la construcción de pantanos, regadíos, pueblos de colonización, reparto de las tierras en parcelas, canalización del agua, etc.; uno de los proyectos para hacer cumplir estas espectativas fue el Plan Badajoz». En el colegio rezaban bastante y «los maestros no tenían ningún reparo en pegarnos» .

Hizo el servicio militar (la mili) con 22-23 años. Estuvo 15 meses en Hoyo de Manzanares (Madrid); justo antes de licenciarse dice que mataron a Carrero Blanco. En la imagen de la derecha aparece él con un compañero durante el servicio militar (Quete es el de la derecha).

De su niñez decir, que, además de acudir a la escuela, jugaban a la peonza («a ver quién la manejaba mejor»), al rorro («se utilizaba como pieza principal un palo de madera»), al escondite y a las chapas («las aplastábamos y pasaban por dos reales, así que valían para jugar al futbolín»). También comenzaban a fumar, pero no tabaco, sino hojas de maíz o de tomillo del campo. Cazaban ranas y lagartos y, llevándose una bolsa de sal, «allí mismo nos lo comíamos»; «íbamos al cuidado de las vacas dos o tres niños al día (por turnos)».

«En Herreruela subíamos a nidos de colorines y nos daban un real por cada uno que cogíamos; después, los llevábamos vivos al corral del cura. Creo que eso lo hacían para que los pájaros no se comieran las cosechas».

Los niños de la escuela cogían los tubos del agua (poco pesados) y los transportaban hasta los futuros depósitos; a cambio les daban un real por cada tubo trasladado y no era obligatorio.

En el año 66, con la temprana edad de 15 años, ingresó en un seminario (Diócesis de Plasencia), pero en mitad de quinto curso decidió abandonar aquello, al darse cuenta de que su vocación no radicaba allí, y de que él no compartía ese tipo de pensamientos ni ideales. La cooperativa CRETA, instalada en Miramontes, y dedicada al comercio de pienso, concedía dos becas a los hijos de colonos que fueran miembros de esta; la beca era de unas 12000 pesetas al año, y Quete recibió 9000 de cara a costearse el primer año en el seminario. En segundo curso, le dio el Estado una beca de 14000 pesetas, y la misma cantidad cada año de los tres siguientes. Dice que comían muy bien allí; todos los jueves por la tarde iban al campo de paseo, pero con los profesores, puesto que nunca les dejaban solos, al menos hasta el último curso, donde «salíamos donde queríamos». Los frailes y sacerdotes vestían con un capisallo blanco, «ya no había sotana», y «eran muchas las veces que teníamos que besar la mano a los sacerdotes». Algunas de sus asignaturas eran el hebreo bíblico, el francés, el latín y el griego (principalmente idiomas). Celebraban con más entusiasmo el día de la Inmaculada y el mes de mayo (mes de las flores, de María…), entonces les ofrecían doble vaso de vino.

Después me contó anécdotas de distinto tipo:

«Un amigo mio fue al médico con su madre y esta le dijo al especialista que la diese un remedio para el niño porque estaba muy triste y débil, a lo que el médico contestó: el único remedio para el niño es un trozo de jamón».

«En las tiendas de mi pueblo marcaban la compra con una navaja en una tabla con forma de prisma. A veces, en las fechas señaladas, mi abuela me mandaba a por cinco pesetas de carne, que por aquellos entonces era un lujo».

«Mi padre era falangista, estuvo en la guerra, entrando a los 17 años. Participó como telefonista (llevaban al hombro una mochila y se comunicaban de unos frentes a otros). Permaneció tres meses en una trinchera en posición con las piernas hacia arriba, ya que eran muchos los que allí había y no cabían…»

«Arthur Miller fue un ejemplo de periodista americano que visitó los pueblos españoles sumidos en la miseria más profunda. Que yo recuerde visitó Navalcán (Toledo), echando gran cantidad de fotos. Por entonces era el marido de Marilyn Monroe» (estuvieron casados desde 1956 a 1961, era su tercer matrimonio). «No sé si Franco llegó a enterarse de las visitas de este periodista, no creo porque hubiese actuado en contra. Él no quería que se hiciesen públicas las desgracias de España, pues para el resto de países aquí se vivía genial y no había grandes problemas».

«A las hijas de los rojos las obligaban a limpiar la iglesia, porque eran precisamente ellos los que las quemaban».

«Mi abuelo y su hermano eran de distintas ideas, pero se ayudaban. Se escondían el uno al otro y se daban comida. Si enteraban les fusilarían a los dos. El de derechas murió en el pueblo, lo mataron con lanzallamas, mientras que el de izquierdas sobrevivió, votando a la izquierda desde que llegó la democracia hasta su muerte (yo calculo que serían dos o tres veces las que pudo votar antes de morir).

Sinceramente, me encanta ir a la casa de un vecino y que me cuente cómo fue su pasado en mitad de aquella barbarie social, política y económica que envolvía al país y que tan cerca está de mi presente.

Por último, darle mi más sincero agradecimiento a Quete, por ofrecerse a contar una parte de su historia, que, al fin y al cabo, es un claro reflejo de otras.

En la foto inferior, aparecen sus padres (Federico y Petra) el día de su boda. Si nos fijamos ella no va de blanco, pues antiguamente lo que se llevaba era el negro en los vestidos de novia.

 

Experiencias infantiles durante la guerra/posguerra abril 21, 2011

Filed under: Uncategorized — vanessatorresh01 @ 11:59 am

En estos tiempos donde la escasez y el hambre cobraron tanta importancia, los niños hacían lo posible por olvidarse un rato de ello y disfrutar. A continuación narraré un testimonio de una vecina, que nos cuenta cómo fue para ella esa guerra y sus inmediatas consecuencias (posguerra).

Ceferina Bueno Cabello nació en 1930 (por lo que cuenta ahora 80 años) en el Torrico (un pequeño pueblo de Toledo) , pero pronto se trasladó a Caleruela, también perteneciente a esta provincia castellano-manchega, y cercano al primero, por razones de trabajo (su padre era electricista, y lo enviaron allí), donde transcurrió su infancia y juventud. De nuevo regresó a su pueblo natal donde vivió aproximadamente cinco años, y tras esa estancia decidió irse a vivir a Talaverilla (Cáceres). Después de cuatro años allí, su familia fue una de las muchas que sufrió la inundación de ese núcleo rural («nosotros fuimos casi los últimos en irnos, y el agua ya nos llegaba por las rodillas»), por lo que tuvieron que marcharse a Pueblonuevo de Miramontes, un pueblo de colonización de la provincia de Cáceres, entonces recién «estrenado». Sigue viviendo en este pueblo y ha querido participar en La historia vivida contando pequeños episodios de su vida. En la imagen de la izquierda, la niña más pequeña es ella; sale con su prima y sus tíos.

Ella dice que a los chicos nunca les veía, que siempre jugaban las muchachas a parte, porque estaba mal visto que la gente les viese a «todos revueltos». Los juegos favoritos eran la primera, la comba, el escondite (también era un juego de chicos), etc.

Hizo la comunión con 14 años, y llevando el único vestido que su abuela había comprado hacía unos años para todas sus nietas. Dice que cuando se le puso el vestido había pasado por dos de sus primas y su hermana mayor. Al preguntarla que dónde fueron a comer, se echó a reír. Comieron en su casa un plato de garbanzos sus padres, su hermana, su abuela y ella («ni siquiera pudimos comer un poco de carne»).

En cuanto a la escuela, fue hasta los 14 años (era cuando se abandonaba el colegio), por tanto, entró en el 39 y el 44 dejó los estudios. Ella misma reconoce que tuvo mucha suerte de haber podido aprender algo. Todas las niñas, de distintas edades, estaban en la misma aula y con la misma maestra. Al principio (los primeros años) leían la cartilla, tenían una cada alumna y era el libro más básico donde aparecían las letras y los números de forma sencilla; después, pasaban a leer el catón, de un nivel más avanzado, este era compartido, pertenecía al colegio y «estábamos sentadas en corro y nos le íbamos pasando, porque leíamos todas todos los días de la semana«.  En los últimos años la enciclopedia tenía más importancia entre las alumnas. Todos los jueves por la tarde, hacían con su maestra una excursión al campo para coger amapolas, que servirían después como principal ingrediente en la fabricación de  la tinta con la que escribían. Dice que solo aprendió en el colegio lo más simple: leer, escribir, sumar y multiplicar. Por la tarde hacían costura en la escuela, y «así matábamos el tiempo». En la escuela padeció paludismo, y dice que se puso muy amarilla y en pleno agosto estaba muerta de frío, «con calenturas»; asegura que más de una niña (niños no lo sabe) murió a causa de esta enfermedad y del tifus, también común en esos años («entonces lo tenía mucha gente»).

Respecto a su vida diaria, una serie de hechos reflejan las malas condiciones en que estaba todo, el miedo y aquel «juego del escondite» del que hablábamos antes, aunque no tenga precisamente el significado que todos pensamos.

«El ayuntamiento nos dio una cartilla para toda la familia, conseguías azúcar, pan, y poco más. El día que te dejaban ibas a la panadería y allí te lo vendían. El pan solía estar muy duro y poco bueno, nosotros lo calábamos en agua o en leche». Durante la guerra, los vecinos, que eran panaderos, les daban pan a escondidas; otros vecinos tenían patatas, y durante algunos días comían las peladuras de estas, y los domingos sobre todo se comían las propias patatas («se aprovechaba todo»). «Si había gente que no tenía pan o algo para comer, se llevaban a la boca lo primero que pillaban, bellotas o cardillos del campo, por ejemplo». «Mi hermana y yo siempre estabamos reñidas, porque las dos queríamos chupar la hoja del laurel que echaba mi madre en las patatas cocidas; mi madre dijo que cada día lo saboreara una».

En el retrato superior están ella (vestida completamente de blanco) y sus vecinas en Talaverilla, «ahí ya empezaba a inundarse y las que salen conmigo se fueron a los pocos días de retratarnos». Tenían dos trajes para vestir («quita y pon») y se lavaban lo mínimo («por entonces no pensábamos ni en que estábamos sucios»), lo que hacían era ponerse todas las niñas en fila india sentadas en sillas y «despulgarse», se quitaban los piojos de la cabeza unas a otras («estábamos llenas, y también me dolían mucho los sabañones»). Apenas limpiaban la casa porque dice que el suelo era de ladrillo, solo pasaban la escoba una vez a la semana, aproximadamente. Para calentarse tenían un brasero de picón, y alomejor las brasas que a nosotros nos duran un día a ellos les duraban una semana, o más.

«Cuando sonaban los aeroplanos de la guerra nos teníamos que esconder en una cueva, como un depósito bajo tierra; si no nos daba tiempo a meternos ahí nos tenían dicho que nos tirásemos al suelo y nos tapásemos los oídos, y nos tirábamos. Teníamos mucho miedo, mucho mucho».

Un hermano de su madre era fraile y tenían que esconder su foto en una tinaja «con los chorizos» porque si «los rojos» la veían iban a ir a por ellos, a por toda la familia. Esto es así porque Ceferina dice que en Caleruela entraron los rojos, que iban vestidos con un mono azul y una franja roja. «En mi pueblo, donde nací (Torrico) había más odio, porque mataron a más gente, y los dos bandos estaban muy mezclados».

A los 15-16 años empezaban a relacionarse con los mozos, pues antes no habían tenido la oportunidad de verlos de cerca ni conocerlos, aun siendo de su propio pueblo. Ya un poco más mayores, ligaban así: «corríamos la calle alante delante de los muchachos y si te gustaba pues te dejabas agarrar, sino seguías corriendo para que no te pillase». Iban al baile y un hombre hacía mover una manivela para oír música (el manubrio).

En la foto aparecen su marido (Custodio, conductor de ese autobús) y sus dos hijos (Genaro y Custodio) en Talaverilla.

No sabe cuándo fue, pero se acuerda de que varias veces vinieron a su casa algunos soldados (los altos cargos del ejército) a comer, tenían a uno que les hacía la comida y allí se instalaban hasta que querían. Ceferina y su familia estaban obligados a dejarles quedarse.

Por último, me gustaría agradecerle desde aquí a Ceferina su colaboración y el entusiasmo empleado a la hora de contarme cómo vivió su infancia y parte de su juventud.

 

¡Hola a todos! abril 11, 2011

Filed under: Uncategorized — vanessatorresh01 @ 9:06 am

Bienvenidos a mi nuevo blog de Historia de España. Aquí publicaré una serie de información sobre la historia vivida (testimonios, reflexiones, fotografías…); ¡Espero que os guste!