Como todos sabemos, el 11-M fue un atentado terrorista ocurrido el 11 de marzo de 2004 que consistió en 10 explosiones casi simultáneas a la hora punta de la mañana en cuatro trenes de cercanías de Madrid. Esta masacre acabó con la inocente vida de 191 personas, por supuesto contando también a las 1858 personas que resultaron heridas a causa de esta.
Todavía recuerdo aquel momento como si hubiese sucedido «ayer». Yo por ese tiempo cursaba 5º de primaria, y me encontraba en clase con todos mis compañeros y con mi maestra (se llamaba Petri) cuando me enteré del suceso. Y lo hice porque la maestra fue a por un casette y allí mismo en clase encendió la radio para que todos pudiésemos enterarnos más o menos de lo tremendo del atentado y de cómo se estaba viviendo en el país; aunque ahora lo entiendo y sí es verdad que la apagó rápido, quizás debido a nuestra pequeña edad, obvia inocencia y gran sensibilidad de esos años (yo tenía solo 10 añitos recién cumplidos). (Lo que voy a narrar a continuación en su día no lo entendía bien, ahora perfectamente). Tengo aún grabados esos intensos nervios en la voz de cada periodista, la confusión y la incredulidad con que nos trasmitían la cruel noticia, así como el dolor y la frustración que salían por cada rendija del casette, procendentes de cada rincón de Madrid, y de España, de cada víctima, y de cada familiar, de cada vagón, y de cada tren destrozados…
Fue una sensación nueva para mí, y de la que hablé durante muchos días y muchas semanas con mi familia y amigos, reflexionando y lamentándonos por lo que ya no tenía remedio, como suele ocurrir.
Yo siempre digo que tengo una memoria «pez», al menos a largo plazo, y que nunca me acuerdo de nada de cuando era una niña, de cuando jugaba, de la escuela…tengo muy pocos recuerdos, sinceramente. Pero esas imágenes que se sucedían de forma rápida y descolocada en mi televisor al llegar ese día de la escuela no se me olvidan, yo no quería ni mirar, porque es cierto que salió la verdadera realidad: las gentes corriendo de un lugar a otro sin saber bien donde estarían más seguros, los cuerpos despedazados e inertes, que me advirtieron pesadillas en esa misma noche, los servicios sanitarios trasladándose con las camillas móviles para intentar salvar al mayor número de personas posible, el equipo de bomberos luchando por actuar rápida y eficazmente, los familiares desesperanzados, o quizás demasiado esperanzados, intentando reconocer los cuerpos calcinados y moribundos de las calles. Parecía que todo el mundo se había vuelto loco. Creo que años más tarde se ha prohibido a los medios televisivos la muestra de este tipo de imágenes que nos hacen perder la sensibilidad y el respeto hacia los familiares. Me parece genial esta medida porque desgraciadamente siempre que estábamos comiendo teníamos que recibir imágenes duras e impactantes, que no son recomendables para los menores de edad y que sí, que son la realidad, pero que existen otros medios como Internet, donde podemos encontrarlas voluntariamente.
Los medios de comunicación no daban a basto: cifras de muertos, cifras de heridos, búsqueda de los responsables del atentado, manifestaciones, y un sinfín de labores más que lograron mantenerlos totalmente informados y acercarnos más hacia esas víctimas, directas e indirectas. Miles de personas se reunieron ese día en los trenes con las esperanzas puestas en la universidad, en el trabajo, en el instituto, en la revisión médica en el hospital más cercano…pero esas esperanzas se esfumaron, esa ilusión se quedó ahí, la de personas inocentes y sencillas que creían que iban a encontrarse con un día como el anterior.
A mí, personalmente, rápido me vino la imagen del 11-S, y siempre lo he relacionado; no tanto por el encuadre político ni territorial, sino más por el alto índice de brutalidad y consecuencias (número elevado de muertes principalmente).
Aquí puede comprobarse que no he mencionado en ningún momento al PP, ni a Aznar, ni a los terroristas causantes de este atentado; solo he dedicado a contar mi historia dentro de esa historia, cómo lo viví yo, porque creo que lo primero ya se sabe, y al fin y al cabo, es más objetivo.
Desde aquí quiero pedir que por favor se termine la violencia. El terrorismo, La violencia machista, la violencia infantil, la violencia verbal, la violencia racista.
Por último, me gustaría desde aquí «homenajear» y recordar a cada víctima del 11-M.
«Las guerras seguirán mientras el color de la piel siga siendo más importante que el de los ojos».